No jugó al fútbol profesional pero sabe hacer jugar. Rompe el molde. Derriba esas sentencias tan habituales en este deporte.
Después de haber ganado en Chile, otro de sus destinos exitosos donde le devolvió la sonrisa a la U -un gigante dormido-, está en receso. Estudiando ofertas, sumando conocimientos y desarrollando su capacidad analítica.
Sergio Markarián impuso un nombre de la nada y hoy, es una marca registrada.
Entiende que el proceso de decaimiento del fútbol uruguayo coincide con cambios que ocurrieron en el mundo. "Hay una pérdida de la identidad. Los estilos futbolísticos eran muy claros hace 30 años atrás. Hubo procesos que empezaron en la década del ´90, de información, de brutal avance de la comunicación. El proceso de la globalización en general que ha pulido lo que yo llamo los vértices".
Es muy original para graficar: "Si los estilos fueran figuras geométricas con distinta cantidad de lados en función de la población; Uruguay sería un cuadrado, Paraguay un pentágono, Argentina un hexágono y Brasil un octágono. Los vientos de la globalización lo que han hecho fue pulir los vértices. Al pulirse los vértices todas las figuras parecen círculos".
Y profundiza al argumentar la pérdida de identidad: "Los colombianos juegan parecido a los uruguayos, los uruguayos nos queremos parecer a los colombianos, los brasileños juegan como jugábamos nosotros, los argentinos ya no juegan a nada, los chilenos avanzaron en cosas que no tenían. todo se empezó a parecer, y todos nos parecemos a las corrientes que vienen de Europa. Copiamos sistemas de juego, copiamos metodologías de entrenamiento, y esto trae aparejado una indudable pérdida de estilo. Y si el estilo es identidad, hay que pensarlo: ¿nos conviene perder identidad? Yo creo que nos perjudica".
Ahora bien, ¿cuáles son los perjuicios?: "Creo que tenemos un estilo propio. Ese estilo le hacía daño a los demás y la pérdida de ese estilo a Uruguay lo hace ganable. Todos juegan contra Uruguay en un terreno donde Uruguay está incómodo y los demás están cómodos. Y por tanto, esa pérdida de estilo creo que también ha llevado a confusiones y también ha llevado a perder poderío competitivo".
Aunque parezca contradictorio, dice que los mejores de hoy tienen cosas nuestras: "El mejor equipo del mundo -Barcelona- juega con algo que era particularmente identificable de nuestro estilo de jugar: tres delanteros. Una de las dos ó tres mejores selecciones del mundo -Brasil- juega en amplitud muy cuidadosa, en zona, y tratando de usar los espacios para el contragolpe. Son dos particularidades de nuestro estilo. Nosotros lo hemos abandonado porque hay una prédica permanente de hacer de la posesión de la pelota un objetivo, cuando en todo caso es un medio de controlar el partido para conseguir el fin que es ganar".
Hace mucho mantiene la convicción de que el 4-3-3 es el sistema más propicio para aprovechar nuestro estilo: "El fútbol uruguayo histórico era así. En el ´50, era de Matías y de Tejera a Obdulio. Obdulio distribuía a derecha e izquierda. Julio y Juan Schaiffino rompían el ritmo lento con una gambeta o con un encuentro, y después metían un pase profundo. El pase largo siempre estuvo presente. Hubo pase corto y hubo pase largo. Y siempre hubo verticalidad".
La convicción nace desde el análisis: "En un equipo en que la verticalidad es parte de su forma de ser, yo creo que no hay mejor forma que poner tres delanteros".
Hay otra razón estratégica: "El fútbol lo podemos definir como el intento de organizarte para desorganizar al rival. En la medida que lo logro, juego mejor que él y le puedo ganar. Si yo juego con un delantero solo (un fútbol que no tiene mediocampistas como los brasileños ó los españoles); ¿qué posibilidades de desorganizar al rival tengo? Se torna previsible.
Si pongo dos; ¿cuántas alternativas tengo para sorprender? Tengo uno por adentro y uno por afuera. Ó uno adelante y uno atrás. No hay más.
Si tengo tres delanteros; puedo jugar con dos por afuera y uno por adentro. Uno de punta y dos medios enganches. Un enganche y dos delanteros. Un punta por adentro, uno por afuera y un enganche. Tengo un montón de opciones que me dan riqueza ofensiva y más posibilidades de desorganizar al rival. Me vuelvo imprevisible. El fútbol que viene es un fútbol de sorpresas porque hoy, dos líneas de cuatro resuelven todo el problema. Hay que intentar otras cosas".
Todos estas ideas, o cualquiera que se escoja a la hora de proponer requieren de un marco indispensable, la organización dirigente: "Hay un ámbito de decisión de políticas deportivas que los dirigentes no han asumido. A un entrenador no se le dice: queremos de usted tal cosa. Las políticas son éstas. Manéjese dentro de estas políticas. No, se le contrata; haga lo que pueda. El entrenador decide cosas que no son de su ámbito. Y a veces hay terceros participantes que inciden en las decisiones. Hay un ámbito de decisiones participativas que sin dudas, es bueno. Pero no puede ser que la dirigencia uruguaya no tome decisiones sobre temas de política deportiva que son esenciales. Uruguay debe ir hacia un lugar. ¿Quién piensa en el fútbol uruguayo de aquí a 20 años?"
Markarián asegura que es como una empresa; es indispensable definir las políticas de acción: "Quiero un año para ganar dinero o quiero un año de bajo presupuesto. O quiero una año para formar al personal. En fútbol es lo mismo: quiero un año de concreciones deportivas. Quiero un año de formación ó quiero un año de bajo presupuesto. Son las políticas básicas que hay en el fútbol. Hay que optar por una, sostenerla a rajatabla. Respaldar al entrenador en función de la política que le estamos dando".
Pensando en la optimización de la gestión propone: "Yo creo en la necesidad de postgrados para entrenadores. Establecer una etapa algo más arriba que obligue a todos, incluso a los que se recibieron hace 30 años, a hacer un postgrado cada tres años. Que ellos mismo propongan temas y se crezca. Y a partir de normalizar un postgrado, quien no participe no puede dirigir en determinado nivel. La libertad de trabajo debe existir pero debe haber una exigencia. Actualizarse es esencial".
Markarián mira hacia adelante pero también se detiene un instante para pasar raya y descubrir que en su carrera hay cuatro metas pendientes: "Dirigir en España. Pero no tengo ni la representación ni el peso político para buscarme un lugar". Sorprende al mencionar la segunda: "Dirigir a Lanús. Yo crecí ahí. Soy hincha, los dirigentes lo saben". La tercera meta es un llamado de la historia, de sus antepasados: "Dirigir a la selección de Armenia. Siempre andamos coqueteando". Por último, revela su más caro anhelo: "La selección Uruguaya. Aunque el poder se está moviendo en otro sentido. Lo escucho a diario en la radio y la televisión. Entonces, hay que dejarle paso al poder. Yo no estoy con ellos. Y no hablo del grupo Casal. Estoy hablando de otros poderes. Yo no hago lobby. A lo mejor termino mi carrera sin cumplirlas".
Derriba el mito instalado de que es caro. Pone como ejemplo la reciente oferta de Nacional: "Calzaba bien en mis posibilidades. Si no la tomé no fue por lo económico. Fue que tenía otra oferta que sigue pendiente".
Termina con un mensaje, que es una radiografía de nuestra triste realidad: "No se piensa el fútbol uruguayo hacia el futuro. Estamos enloquecidos pensando que si no nos presentamos, desaparecemos. ¡Empezá a pensar el futuro!"
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